Prosopagnosia: diario 2024. Abril
56. Me gusta cómo Camilo José Cela definía la novela: cualquier texto bajo cuyo título se ponga: «novela».
Hoy ya ni se estila poner en el subtítulo de una novela que lo es, pero la idea de fondo permanece: la novela es un campo de libertad. Entonces, ¿por qué me cuesta tanto enfrentarme a ella? ¿Por qué no me atrevo a comenzar ningún texto que pueda llevar esa etiqueta, tan inofensiva como temible, novela?
57. «Las palabras que ayer empleábamos en un relato hoy ya no nos dicen nada. Se caracteriza entonces al objeto por los rasgos que ayer considerábamos como los menos característicos, los menos dignos de figurar en literatura; por los rasgos que no se tenían en cuenta. “Le gusta detenerse en lo inesencial”: es el juicio clásico de la crítica conservadora de todos los tiempos ante el innovador contemporáneo.» (Roman Jakobson, «Sobre el realismo artístico»).
58. Rodoreda: «La desmesura sempre m’ha fet molta por.» (...) Luego regreso a Mataró con la sensación de que he hablado demasiado y mal.
59. Lisboa es una ciudad medio decadente, medio glamurosa. Algunos lugares tienen el olor cargado de una leonera. Muchos supermercados, bares y restaurantes están en penumbras y a la gente le parece bien; es más, diría que los lisboetas lo prefieren a la aséptica, racional, desencantada luz blanca de nuestros comercios. Durante mi primer día, ignoré inconscientemente la presencia constante de tranvías; simplemente no me fijé en ellos; por la noche, X exclamó: «¡¿Cómo puedes decir que no has visto tranvías?! ¡Llevamos todo el día cruzándonos con ellos!» Supongo que se debe a una atención selectiva. O falta de luces.
60. Me señaló el piso de la Rua Dos Douradores donde vivía el ficticio Bernardo Soares y luego nos acercamos a la Praça do Comércio, que da por un lado al río Tejo y estaba infestada de turistas –entre los que, hélas, estaba yo mismo.
En la librería más antigua del mundo, la Bertrand –que tristemente forma parte de una cadena–, me compré un librito de Pessoa, A Educação do Estóico. Lo hojeo: «… uma coisa difícil de definir, salvo como uma náusea física da vida.» (...) Al atardecer nos acercamos a un mirador, pero no sirvió de nada porque el cielo estaba nublado. Charlamos sobre el placer de ser un desconocido. Volví a coger el libro de Pessoa y encontré una frase que parecía entrar en diálogo con lo que andábamos diciendo: «O sonho, o devaneio – aquilo da franqueza da alma como que nos figuramos felizes, ou príncipes, ou amados, ou célebres – essa disposição me pareceu sempre repugnante e vil.»
61. Fui a la Cineteca Portuguesa, que me hechizó, y entré a ver The Conversation, un filme de espías de Francis Ford Coppola. La sala estaba considerablemente llena. Como en la Filmoteca de Barcelona, había mucho jovencito cultureta, o sea, gente como yo. Luego pasé por la librería, en el primer piso, y estuve tentado de comprarme el cuaderno de rodaje de Casa de Lava, de Pedro Costa, en una reedición reciente que ya había visto alguna vez por internet; me disuadió de ello pensar que en realidad no he visto Casa de Lava; es de las pocas pelis de Costa que me faltan. Pensé que debía reservarme el espacio de la maleta para otros libros que me pudiese comprar, libros de literatura. Al final no acabé comprando ninguno más que el de Pessoa. Me quedé con las ganas de leer a António Botto, autor gay, amigo del autor del Desasosiego, y a José de Almada Negreiros, escritor y artista plástico, vanguardista, también cercano a Pessoa.
62. Como dice Esquirol en «Finitud y duración», es bueno que las cosas buenas duren. ¿Por qué, entonces, todo parece tener un fin tan temprano? ¿Por qué me veo condenado a la brevedad? ¿Es un problema mío, que solo me intereso por las causas perdidas?
63. Estoy harto de experiencias. Quiero raigambre.
64. Es precioso pensar que, si mañana muriera, mi vida habría sido como tenía que ser. No le habría faltado ni sobrado nada. No quedarían cuentas pendientes. Las ambiciones por cumplir morirían conmigo. Sería una obra acabada. Acabar algo, por fin.
65. Cuando alguien cercano siente un profundo dolor, debemos acompañarle del modo al que encuentre más sentido, el que mejor le vaya, no el que nos resulte a nosotros más cómodo.
66. Los cinéfilos y los gays hacemos lo mismo: amar a idiotas.
67. La idea del escritor macho según la que la escritura siempre conlleva dolor es una creencia infundada. Un mito tedioso.
68. «Taylor Swift y Barbie son los temas que más me aburren ahora mismo», dice Beatriz Serrano en el pódcast Hotel Jorge Juan. Esa es una de las características del imperio de la actualidad: estar obligado a tener una opinión sobre cuestiones que o nos dan igual o no vemos tan diáfanas como la mayoría de la gente.
69. La experimentación no sirve de nada si en todo momento tus presupuestos permanecen inamovible
70. X insiste: «La vida es esto». Siento que no estoy pudiendo disfrutar de la inconsciencia de la juventud. Es lo que escribió Joan Maragall en esos famosos versos: «No et facis posar cendra, – no et facis posar cendra, / patró de joventut, / que no té res a veure – la mort, la cendra, amb tu. / No entelis amb mementos / ton front rosat i pur.»